Por: Eliades Acosta Matos
Después de las más de tres décadas de gobierno dictatorial en República Dominicana, iniciado en 1930 y concluido en 1961, donde la voluntad omnímoda del sátrapa Rafael L. Trujillo Molina era la fuente de donde emanaban las políticas públicas de su gobierno, el establecimiento de las prioridades económicas y sociales y el uso del presupuesto, era lógico que los programas de los partidos políticos que contendían por la presidencia en los comicios de 1962 intentasen alejarse lo más posible de este nefasto modelo personalista y se presentasen ante los electores con la promesa de ejercer un gobierno democrático, participativo, basado en el estudio de las necesidades reales de la nación, y sometido al escrutinio de las instituciones y de la opinión pública, en lo tocante al uso del presupuesto y el destino de los recursos públicos.
Para que se tenga una idea del punto de partida de esta carrera por la presidencia, en lo concerniente a las prioridades y políticas públicas precedentes, baste decir que, según el Censo Nacional de 1935, del total de construcciones para viviendas levantadas en el país, el 55.7 % eran bohíos, el 21.9 % eran ranchos y el 73.1 % tenían el piso de tierra. Por esta misma fecha, el presupuesto nacional ascendía a algo más de diez millones de pesos, de los que casi dos millones se destinaban al Ejército, mientras que los fondos consignados al sostenimiento de los rubros combinados de Educación, Salud Pública y Beneficencia no llegaba a 1.5 millones. En tanto esto ocurría, al ser ajusticiado el dictador la noche del 30 de mayo de 1961, su fortuna personal equivalía al 42 % del Producto Interno Bruto del país. De más está decir que no existían instituciones que controlasen el uso del presupuesto nacional, ni prensa libre capaz de denunciar su expolio sistemático, en beneficio del clan trujillista y sus cómplices.
La convocatoria a las elecciones presidenciales del 20 de diciembre de 1962 fue librada por el segundo Consejo de Estado, quien mantuvo una línea de formulación opaca de las políticas públicas, de fomento del clientelismo, de caprichosos dispendios del presupuesto nacional y de absoluta falta de transparencia para el manejo de los fondos públicos, en el mejor estilo autoritario del trujillismo. Ambos precedentes, la forma en que Trujillo manejó los asuntos nacionales —como si el país fuese una hacienda de su propiedad— y la ausencia de una verdadera voluntad democratizadora en el segundo Consejo de Estado, entidad sucesora de su gobierno a la que le tocaría entregar el poder al presidente democráticamente electo, marcaron los programas de los partidos políticos contendientes, deslindando el terreno que separaba al pasado irracional del futuro que se pretendía construir, donde la institucionalización democrática de la nación debía sostenerse sobre la correcta planificación, aplicación y contrapesos en la ejecución de sus políticas públicas.
Un curioso anuncio pagado por la Junta Central Electoral, publicado en el periódico El Caribe del 5 de noviembre de 1962, a escasos 39 días de las elecciones, resumía de manera clara la relación existente entre ejercer el deber ciudadano de votar en los comicios, la posibilidad de elegir democráticamente a los gobernantes y participar, en plenitud de derechos, en el ejercicio de gobierno. En el mismo, se instruía de la siguiente manera a una pareja de electores, flanqueados por las siluetas de industrias, viviendas, escuelas y hospitales que debían ser construidos para resolver o aliviar los graves problemas de pobreza y subdesarrollo del país:
En una democracia, usted ayuda a seleccionar al gobierno, y con ello ayuda también a decidir qué es lo que el gobierno debe hacer para el bien del país. Votar es un derecho, un deber y un privilegio.
Estos precedentes explican las características del programa del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), del candidato Juan Bosch, que a la larga vencería en los primeros comicios democráticos celebrados en el país en más de 30 años.
Existen algunos documentos, que circularon profusamente en el país antes y después del triunfo de Bosch, los cuales recogen de manera resumida su filosofía de gobierno, plasmada luego en las políticas públicas adoptadas por su administración. De estos, sugiero analizar, entre otros, el discurso pronunciado el 27 de octubre de 1962, al ser declarado candidato presidencial por el PRD; sus declaraciones publicadas en El Caribe los días 11, 13 y 15 de noviembre; el Programa de Gobierno del PRD, publicado en este mismo diario el 28 de noviembre; y el discurso de toma de posesión como presidente, pronunciado el 27 de febrero de 1963.
Lo que estaba en juego no era solo la entrega del poder a un gobierno electo por el voto popular, ni el relevo de las figuras involucradas, sino la posibilidad de que el país se comenzase a regir por leyes, no por la voluntad caprichosa de un tirano asentado en la represión y la pobreza de sus conciudadanos. Lo que se debatía en los programas de los partidos involucrados en la contienda electoral, era la manera en que se conducirían en lo adelante los asuntos públicos, y cómo garantizar el buen uso del presupuesto nacional y los recursos para afrontar los enormes desafíos heredados por la historia. Se trataba, en última instancia, de propiciar la participación ciudadana en las nuevas formas democráticas de gobierno.
El 11 de noviembre, la Junta Central Electoral volvía a publicar en El Caribe un anuncio pagado en el que se insistía en lo esencial que resultaba para el futuro de la nación lograr altos niveles de votación consciente, que diesen basamento sólido a las políticas públicas que se aplicarían en el futuro. El anuncio, en cuestión, explicaba que:
Tu voto es el más importante porque nos dará gobernantes salidos del pueblo, elegidos por el pueblo y que trabajarán para el pueblo; asegurará la transición pacífica del poder y demostrará la fuerza de un ciudadano libre, en un país libre. Ahora sí serás oído: tu voz es el voto.
No todos los líderes y partidos políticos de entonces se tomaron en serio estas afirmaciones, pero sí lo hizo Juan Bosch, candidato del PRD. En próximas entregas de esta serie, analizaremos su Programa de Gobierno y las puntualizaciones que realizase en diversas declaraciones a la prensa previas a los comicios.
La honestidad, pulcritud, ética, apego a los principios, respeto a la planificación científica de su gestión de gobierno, control férreo de los recursos, lucha contra la corrupción y el clientelismo, así como las constantes rendiciones de cuentas al pueblo, entre otros rasgos que caracterizaron el breve gobierno de Bosch, expresados en las políticas públicas de su administración, explican no solo el carácter revolucionario del mismo, sino también las razones profundas del golpe de Estado que lo derrocó el 25 de septiembre de 1963.