Por: Eulalia M. Pérez C., MA

Introducción

La colonización se remonta al descubrimiento de América. Este y otros acontecimientos de la formación capitalista en ciernes abonaron paulatinamente el camino del conocimiento humano y del saber científico hasta lo que se califica como la Edad Moderna, en el siglo XVII, abriéndose una nueva etapa en el desarrollo histórico-social. Conocer las relaciones de poder es una condición fundamental para entender los diferentes procesos de transformación que se configuraron durante el transcurrir de la modernidad.

Abordamos los temas fundamentales que nos permiten comprender los fenómenos derivados de las relaciones de poder que posteriormente los países hegemónicos sobre las colonias, en lo que concierne a los nuevos mecanismos de dominación que se iniciaron en dichas épocas.

El presente ensayo inicia con el marco histórico de los conceptos teóricos sobre la epistemología de las ciencias sociales, de la cuestión colonial y la cuestión social. Prosigue vinculando las transformaciones históricas en el concepto y en las prácticas de las políticas científico-tecnológicas con la cuestión social y colonial.

En la segunda parte, se realiza una revisión conceptual sobre el concepto de «Poder» en Michel Foucault y el «Cientificismo» en Oscar Varsavsky, con la cuestión social y la cuestión colonial; además, se aborda el concepto de «Biopoder», y señala su relación con políticas públicas, pasadas y presentes de eugenesia y el Programa fuerte de las neurociencias.

Marco histórico

Antes de iniciar con las respuestas sobre los enunciados que más adelante proponemos, consideramos pertinentes presentar una breve revisión documental acerca de los antecedentes de las ciencias sociales, expuestos por reconocidos estudiosos acerca del tema.

Murillo (2018) plantea que la cuestión social y la cuestión colonial emergen a partir del siglo XIX en Europa y Estados Unidos. Las «ciencias sociales» nacidas a mediados de este siglo, con el objetivo de estudiar las relaciones sociales en sus diferentes alcances: políticas, jurídicas, económicas, educativas, laborales, sanitarias, raciales, familiares, de infancia, adolescencia y género. Como podemos observar, las ciencias sociales no estudian «individuos» ni acontecimientos aislados, sino procesos complejos en los que se articulan dimensiones económicas, políticas, culturales, familiares, barriales, entre otras.Después de un período nace la «epistemología» como doctrina autónoma-independiente de la filosofía y la teoría del conocimiento, cuyo significado radica en el estudio de los fundamentos básicos de una ciencia,

Al respecto, la autora citada en el párrafo anterior apunta a que la cuestión indiscutible que hasta el momento han desafiado y desafiado las ciencias sociales en América Latina y El Caribe han sido principalmente la «cuestión social» y la «cuestión colonial». La cuestión social es el abismo o brecha existente entre los inicios propuestos por la Revolución Francesa —y más concretamente por el liberalismo— y el escenario social determinado. La Revolución Francesa, inspirada en el acuerdo liberal, sugirió como derechos naturales «la igualdad, la libertad y la propiedad», y, por otro lado, la situación efectiva en la que tales principios universales no se cumplen. Tal brecha ha producido lo que algunos autores denominan «síntomas sociales».Se trata de conflictos raciales, políticos, judiciales, violencia escolar o familiar, estigmatización de sectores sociales, entre otros. Las ciencias sociales pretenden entender esos síntomas con la finalidad de mediar en su resultado.

Otro concepto vinculado a lo expuesto antes por Murillo (2015) es el de «cuestión colonial». En este contexto, plantea la contradicción entre el proceso de conquista desarrollado durante los siglos a fuerza de violencia y sangre, y la denegación de esta violencia, obturada bajo diversos nombres: «civilización», «desarrollo», «progreso», «modernización» . La noción de modernidad encubre la violencia que sustenta el orden económico-social y el lugar que tuvo la «conquista» de América en el nacimiento del capitalismo.

En tal sentido, consideramos que los diferentes procesos vinculados al fortalecimiento del orden social que se producen en la humanidad durante los siglos XVII-XX, están relacionados con los mecanismos de poder de las nuevas potencias europeas en lo concerniente a lo económico, político y social . Esto significó el dominio de las potencias hegemónicas hacia las colonias con la finalidad de mantener las subyugadas sobre la base de la dominación. Estos procesos redefinieron la cuestión social, lo que impactó de manera negativa en las nuevas relaciones de poder referida a la modernidad y sobre los pueblos originarios en la dirección del dominio colonial.

El Estado como defensor de la población, y garante de las libertades y derechos fundamentales universales de los ciudadanos y ciudadanas con relación a la «cuestión social», debe garantizar e impulsar políticas públicas y sociales de protección social y del mercado de trabajo que contribuyen a disminuir la pobreza y la pobreza extrema, y ​​asegurar la igualdad de oportunidades a través de la solicitar de recursos orientados a desarrollar habilidades y capacidades de la población para su autogestión en la producción de recursos materiales, procurando que las mismas se reflejen en la calidad de vida, en la movilidad social y favorezcan el bienestar social, así como garantizar el acceso a bienes y servicios fundamentales.

Actualmente se observa la continuidad del neocolonialismo, no solo a nivel económico y geopolítico, sino mental, denominado por Aníbal Quijano como «colonialismo epistémico», citado por Santander (2015); o sea, el colonialismo que anida en el imaginario colectivo y que es, por supuesto, «eurocéntrico». Este «eurocentrismo» crea una codificación social de la población mundial que, si bien tiene raíces coloniales, sus efectos han permanecido hasta la actualidad. El mismo se refleja en como percibimos los diferentes sucesos a nivel global, dependiendo de la etnia y de los países del hemisferio norte.

Los países periféricos siguen dominados por prácticas del neocolonialismo, las grandes potencias imponen reglas en la política, el comercio, la ciencia y la migración, entre otros.

A raíz de la segunda guerra mundial, emergen tres procesos históricos importantes en el concepto y en las prácticas de política científico-tecnológicas con la cuestión social y la cuestión colonial. A continuación, abordamos dichos temas con los enunciados propuestos para la realización de este ensayo.

1.1 La emergencia de la política científica y el «empuje de la ciencia»

Es responsabilidad de los gobiernos crear políticas públicas que regulan los marcos legales y de financiamiento para que las universidades y las organizaciones impulsen la investigación y el desarrollo de las ideas, a fin de que las mismas respondan a la identificación de los problemas reales y concretos de los sectores más necesitados de la población, y no a los intereses particulares de organizaciones privadas y gubernamentales.

El concepto de política científica, ideada como «empuje de la ciencia», surge tras la Segunda Guerra Mundial.  Esta no solo legitimó el valor del Estado en la coyuntura del sistema privado —primero, las industrias— y las universidades, sino que, además inició la estrategia basada en el desarrollo lineal de innovación, respaldada en la idea de que es la indagación básica (y no la aplicada) la que ha provocado de ordinario los adelantos importantes (Murillo 2017).

Con respecto a los planteamientos expuestos en el párrafo anterior Eduardo Galeano, citado por Núñez Jover, (s. f.), sostiene que América Latina ha heredado el desprecio por la ciencia. Ante esta dificultad, hay que repasar la transformación de tales valoraciones y su poder en el organismo colectivo o social. La crisis del proceso histórico se manifiesta en diferentes patrones como es la identidad cultural, aceptada como esquema que se identifique del sendero a seguir. Tanto la ciencia como la tecnología se «transfieren» a los países emergentes, a través de préstamos, asesoría económica, becas y donaciones, entre otros. En tal sentido, se visibiliza una forma de control económico y político con lo cultural, al ser asimilada por los países emergentes en calidad de complemento del sistema científico mundial. De esta manera interactúan algunas carencias tales como la ausencia de una cultura científica, falta de autenticidad cultural que el colonialismo y el neocolonialismo indujeron; una noción indefinida, mimética y no pocas veces tecnocrática del desarrollo.

1.2. La crisis del capitalismo y la «demanda del mercado»

En los años 60 y 70 se produjo la mayor crisis global capitalista, lo que originó una transformación del modelo sociotécnico. En vez de la ciencia básica impulsar la política científica y la innovación tecnológica, empezó a implantarse una modalidad denominada «demanda de mercado» (Murillo, 2017).

En tal sentido, considero que la revolución tecnológica está muy relacionada a la innovación, la cual mejora la competitividad de las empresas mediante la incorporación de nuevas tecnologías y es uno de los ejes centrales de la globalización, lo que podemos evaluar en el mercado con nuevos productos, servicios y artículos diferenciados, sustentados en un nuevo desarrollo de las marcas a fin de diferenciarse de otras y ser competitivas. Este nuevo concepto de diferenciación impulsa el consumo de dichos productos.

En este contexto, Coriat (1992), citado por Murillo (2017), sostiene que esta nueva articulación histórico-económica involucra tres iniciativas: i) el mercado compelió a producir en función de una demanda compensada; ii) captaron espacios los artículos «diferenciados», consignados a clientes cada vez más concretos; iii) por último, el concepto electrónico toma auge.

La Cuarta Revolución Industrial, como desarrollo tecnológico industrial: Internet, redes sociales, nanotecnología, robótica e inteligencia artificial, entre otras, está transformando el panorama social. Actualmente, existe una «democratización de las tecnologías», así como una competencia de marcas en el mercado, que se refleja en el abaratamiento de sus costos. Sin embargo, a la vez que se democratiza el acceso a las nuevas tecnologías se fomentan las necesidades cada vez más creciente de consumo, así como una alta vulnerabilidad de la privacidad en la sociedad.  Esta «democratización de la tecnología» es solo consumismo que genera competencia y angustia en los sectores de la población que no pueden acceder a las mismas.

1.3. La internacionalización de la ciencia y la tecnología (C y T)

Con la globalización y las políticas neoliberales repuntan las empresas transnacionales. Esto ha contribuido al posicionamiento de dichas empresas en los mercados internacionales en sectores estratégicos de la economía, tales como: las telecomunicaciones, la energía, la metalúrgica, las hidroeléctricas, la extracción de minerales, entre otras; también transfieren sus procesos y su cultura. Además, ha situado a los países emergentes en una dependencia tecnológica mediante la transferencia de dicha tecnología, lo cual ha contribuido al desarrollo de una economía de servicio.

En este aspecto Cassiolato (1994), citado por Murillo (2017), sostiene que en el estadio de la postguerra las empresas transnacionales tuvieron un repunte acelerado, lo que generó espacios «económicos homogéneos» para la dosificación del uso de las tecnologías, equipos, insumos, mano de obra y energía, vinculados a la globalización del modelo de fabricación.  Este desarrollo fue permitido por el nuevo modelo sociotécnico, que se identificó  por facilitar la articulación de redes de empresas, cambiando los modelos tradicionales de competencia; por ser intenso en información, muy flexible y adaptable para modificar productos, con una estrecha vinculación desde la planta hasta el consumidor final; por tener estructuras organizacionales maleables y de aspecto horizontal en la que los procesos de gestión están distribuidos de manera estratégica, posibilitando la correlación entre «conocimiento intelectual» y «práctica», por demandar capacitación permanente, intensiva; por extender una organización que viabiliza la comunicación dentro y fuera de la empresa; y por requerir de un Estado que regulariza, informa y facilita.

Sin embargo, este nuevo «modo tecnológico» de producción impacta de manera negativa en la población, ya que requiere cada vez de menos mano de obra y con ella la eliminación de miles de puestos de trabajo, desvinculando personal para sustituirlo por tecnología de punta, más eficiente y eficaz.  Esta situación impacta en el desempleo de miles de hombres y mujeres, que han sido excluidos del mercado formal de trabajo para pasar la informal.  Dicho escenario ha creado las condiciones para que emerjan los llamados «eprendedores», lo cual podría resolver el problema del desempleo crónico ascendente que ha generado la revolución productiva y de los servicios a través de la ciencia y la tecnología.

En el texto Neoliberalismo y gobiernos de la vida Murillo (2015), sostiene que el proceso de supremacía neoliberal ha ampliado los patrones de gerencia empresarial hacia el imaginario social con la «entronización» de la noción de «emprendedor». Las organizaciones socioeconómicas de la llamada «economía social solidaria», es decir, las cooperativas, las asociaciones, las fundaciones, las organizaciones no gubernamentales, entre otras, se han establecido en áreas sobre las cuales se extienden una serie de sistemas, determinados a la restructuración de los sentidos en torno al empleo, a partir de formas de demandas éticas de los sujetos involucrados.

1.4. La privatización del conocimiento

Respecto a la privatización del conocimiento, Murillo (2017) sostiene que se produjo una manifestación de privatización progresiva del conocimiento científico y del avance tecnológico. Este paradigma transforma la propiedad privada de las ET, y los productos de la CyT a través de diferentes modalidades: i) determinación de las líneas de proyectos de investigación en función de la posibilidad de éxito comercial; ii) incremento del intercambio entre organizaciones y organismos de investigación; iii) por último, privatización de los derechos de propiedad intelectual, convenios de cooperación científica entre organismos de países centrales e institutos o individuos de países periféricos, en los que los primeros son quienes concretan las metas de investigación.

En este sentido, Varsavsky (1969, p.10) expresa que:

[…] La investigación y sus aplicaciones dejan de ser aventuras creativas para transformarse en inversión rentable que figura en la cuenta de capital de las empresas con su etiqueta masificadora —R&D: Research and Development— y se hace con empleados, con subsidios a universidades o con institutos y hasta universidades propias. No se ha demostrado que esto sea lo más eficiente para toda la ciencia […]

Con relación a lo citado en el párrafo anterior, cabe señalar que, en el año 2005, República Dominicana crea el Fondo Nacional de Innovación y Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondocyt), una importante decisión y determinación por parte de los actores públicos para el avance de la investigación científica.  Las autoridades estiman una inversión anual en investigación de 0.03 y 0.01 % del PIB, alrededor de siete millones de dólares o de RD$315 millones de pesos, una suma insignificante si la comparamos con otros países de la región, aunque en términos locales hemos tenido pequeños avances.

Consideramos de suma importancia que los países emergentes impulsen la iniciativa de promover la inversión en la ciencia, la tecnología y la innovación, a fin de que puedan ser competitivos.  En tal sentido, las principales aportaciones en este reglón vienen de universidades privadas, como son: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UMPHU), Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCAMAIMA), Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) y Universidad Iberoamericana (UNIBE).

1.5. Recomendaciones de los organismos internacionales

Después de la Segunda Guerra Mundial surgen varios organismos de cooperación internacional: la Organización de Naciones Unidas (ONU), Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), con la función de cooperar con el desarrollo económico de los países. Al respecto, Murillo (2017) plantea que desde la década de los 80 urge construir una «política global» que descubra representantes independientes y estrategias con posibilidades de éxito en el logro de objetivos circunstanciales. Para ello, organismos internacionales como la ONU y BM promueven el desarrollo de patrones y políticas comunes relacionadas con los obstáculos regionales, que tiendan a ser exitosas en los objetivos del mercado.

Los bienes públicos globales y regionales, están sustentados por acuerdos firmados con los países hegemónicos con la finalidad de proteger el planeta, los cuales no se cumplen a cabalidad, además, los bienes comunes son cada vez más privatizados y arrasados en los hechos concretos, ejemplos de esto son la seguridad internacional, protección al medio ambiente, estabilidad climática, Acuerdo de Paris, asistencia humanitaria, entre otros.

En tal sentido, Rojas (2013, p. 4), afirma que:

[…] Las transformaciones globales nos llevan a repensar los paradigmas con lo que se analizan las relaciones de poder a nivel global y sus impactos nacionales, regionales y locales. Los mapas conceptuales heredados, ya no nos permiten comprender los grandes cambios en curso ni los derroteros y las tendencias que se producen. Sin embargo, es esencial pensar en el mediano y largo plazo, porque, de otro modo, los temas coyunturales serán resueltos sin marcos contextuales, con información parcial, y distorsionadas y bajo las presiones de la urgencia […].

El mismo autor citado en el párrafo anterior señala que los conceptos de términos tales como «alianza», «bloque» y «coalición» han sido modificados con prontitud. Al disminuir la veracidad, se estrechan las coyunturas de alcanzar convenios globales sobre los «bienes públicos internacionales» (BPI) o «bienes públicos globales» (BPG).  Estos bienes benefician a todos los seres humanos, son gratuitos e inagotables y su utilización es ilimitada por parte de otras personas. El «uso del aire» es el ejemplo más común.

Los BPI O BPG se pueden catalogar en tres importantes grupos: i) los naturales, que incluyen la estabilidad climática, la capa de ozono, la biodiversidad, entre otros; ii) los políticos globales: la paz, la estabilidad financiera global, etc.; iii) por último, la producción humana: el conocimiento, los estándares globales, el espectro electromagnético, entre otros.

En la situación actual, sin embargo, es obligatorio salvaguardar  bienes como la atmosfera, la biodiversidad, los derechos humanos y la seguridad alimentaria. Con esta finalidad se fomentan regímenes internacionales que buscan preservar y desarrollar bienes públicos globales.  El Banco Mundial (BM) y la Organización de Naciones Unidas (ONU), promueven bienes públicos globales. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hace lo propio con bienes públicos regionales.

Referencias

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Murillo, S. (2010). Modernidad, cuestión social y cuestión colonial. Con la colaboración de Seoane, J. Posmodernidad y neoliberalismo: reflexiones críticas desde los proyectos emancipatorios de América Latina. Ediciones Luxemburgo, Buenos Aires, Argentina.

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